MANOS

11156982_10155480436770621_822968129_nViviendo en HD
Por Nacho Ortiz

“… Presionó “Play” y los primeros acordes de “Mercy” de Duffy sonaron. Con el ritmo de esa

primera figura musical, caminó hacia ella como Leona hipnotizando a su presa…”

Percibí el aroma del alcohol. Su aliento algo helado, se paseó por la punta de mi nariz. Se acercó a paso de caracol. El rabo de la cereza que sostenía entre sus dientes, llegó a mis labios. Me quedé quieto. Sentí su respiración tibia. Con un intercambio de sonrisas nos citamos para más tarde. Siguió su camino, tenía un antojo y deseaba zacearlo. El pelo lacio acariciaba su espalda desnuda. Su presa la esperaba acomodada entre almohadones. Labios rosados se acariciaron insistentemente. Hincadas sobre un almohadón exploraron la piel de cada una, hasta que los rizos negros y los lacios castaños se mezclaron cubriéndolas.

Mientras tanto, casi al lado de ese par de mujeres con piel de porcelana. Otra más, ya tenía a un par de vampiros pegados a su cuello, al menos eso parecían al estar lamiendo whiskey de su escote. La tenían presa en una cárcel de manos, recorriendo todo lo que podían. Sin tacto ni pudor, compartían la abultada defensa de la dueña de la sonrisa más pícara que haya visto antes. Uno de ellos quiso apoderarse de su boca mientras bajaba a jugar entre sus piernas con el dedo medio derecho -sólo lo dejó besar su cuello-. El otro, siguió el río de bebida llegando a uno de sus abultados anillos, rodeó la circunferencia rosada con la lengua -tan lento- como cuando pintas el dibujo de una cereza y no te quieres salir del borde.

Me dirigí a los almohadones, acaricié la nuca de lacios castaños, una mano me jaló hacia el torbellino de fogosidad que habían creado esas dos. Mi ropa voló por los aires. El olor íntimo de aquella de piel pálida penetró en mis sentidos, causando la reacción que esperaban. La suavidad del contacto -labio con labio- la estremeció. Sentí un dolor agudo en una sentadera, un mordisco que dejaría moretón al día siguiente. Entre risas y mordidas, me recostaron y usaron de base para su propio deleite. Una se apoderó de mi boca y la otra de mi otro yo.

Mientras, ellas seguían lamiendo sus labios. Un perfecto triángulo equilátero. Con la punta húmeda de la lengua dibujé tantas letras como pude en esa pequeña área. En mi mente seguía impresa una sonrisa. Con una potente nalgada intenté romper con la armonía de esa figura geométrica cada vez más chueca. El azote pareció caldear más los ánimos. Como pude tiré a mis hambrientas huéspedes. Las convoqué a una reunión exprés. Sonrieron con complicidad. Nos incorporamos dirigiéndonos a esos tres que se habían ciclado en puro manoseo.

Como agradecimiento a mi anterior desempeño, mis hermosas cómplices se acercaron a esosvampiros que tenían incautada a esa otra de pálida piel. Me le acerque por atrás. Tomé un hielocon los dientes y lo pasé por su cuello, intentando limpiar algo de lo que habían dejado aquellos.

Como si supiera lo que yo quería, se vació el resto de una cerveza. Me ofreció un trago de licor -sabía dónde había estado mi boca hacía unos minutos-. No pude contener la risa. Me enjuague la boca con tequila y lo solté en su espalda. Una vez desinfectados, se dio la media vuelta para darme el primer beso.

Las tres estaban espalda con espalda. Podía sentir los traseros de las otras, las manos y antebrazos desesperados de los otros dos con la parte exterior de las manos. Nos encaminamos entre manotazos, rasguños y salvajes caricias a esa área cómoda. Manos hambrientas de carne iban de un cuerpo a otro. Jalones de pelo, palmadas esporádicas se hacían sentir cada tres segundos. Alguien tumbó la única lámpara que iluminaba la habitación. Chasquidos, cacheteos y gemidos desordenados le dieron vida al Sound track que musicalizó esa noche de sábado. La luz de la luna colada por una rendija de la cortina que adornaba el ventanal, fue la única que pudo ver como las manos y el pudor, desaparecieron en la oscuridad. Dejando a cada quien con su cada cual.